Han pasado más de siete meses
desde la última vez que publiqué una entrada en el blog. También he perdido
gran parte de los hábitos que son importantes para mí: perdí el hábito de leer,
de escribir, de dibujar y de existir en tranquilidad. No dejé de hacerlo
completamente o simplemente me habría muerto, pero tal y como le he mencionado
a algunas de las personas con las que logré conservar el contacto durante este
tiempo, el 2016 me pasó encima como un tren enfurecido que lo único que me dejó
intacto fue el corazón. Arrasó conmigo y si no fuera por poco, se lo habría
llevado todo.
Hay mucho de lo que quiero
escribirles: desde mi reciente salida del clóset, mi viaje a Uruguay, hasta la
forma en la que mi inserción al mundo laboral me demolió tanto física como
psicológicamente, pero tal y como dijo mi psiquiatra, estoy calentando motores.
Necesito ir de a poco, dando pasitos cortos, recordándome constantemente
mantener la serenidad y no precipitarme si quiero hacer las cosas bien, sin
ahogarme y recuperar parte del orden que alguna vez puede haber existido en mi
vida.
Considerando el tiempo que he
pasado sin escribir disciplinadamente siento mis manos, mis palabras y mis
letras torpes. Siento que me cuesta construir frases e incluso hilar
pensamientos. Una parte de mí se abruma inmensurablemente con la inseguridad de
tanta imperfección en algo que se me hace tan importante como la escritura,
pero la otra quiere seguir subiendo con esmero por esta empinada duna en la que
últimamente se han transformado todas las actividades que me gustan y quiero hacer
pero que requieren esfuerzo, energía y perseverancia de mi parte.
No sé muy bien por dónde partir.
Hace muchísimo tiempo que tenía ganas de volver a publicar algo en el blog. Algo,
lo que fuera. Con tal de que estuviese escrito decente y coherentemente me daba
por satisfecha, sin embargo, ahora que estoy aquí y logré la hazaña personal de
haber escrito un par de párrafos, siento que no se merecen meras líneas
inmateriales sin aunque sea un poquitito de algún contenido que pueda resultar de mínimo interés.
Después de pasar muchos días dándole
vueltas a lo anterior y contemplar que el año estaba cerrando con relativa
serenidad - algo inusual en mi vida y aún más inusual considerando todo lo que
ha sido el 2016 – se me ocurrió que podía regresar al blog con una despedida
optimista de este año de mierda,
mencionando algunas de las cosas positivas que en él devinieron, desde las más
nimias – como series o libros que me gustaron - hasta otras sumamente
importantes. Pensé que además de resultar una buena despedida del 2016 (quizá
hasta un buen augurio para el 2017), podía ser una buena forma de comenzar a
ponerlos al día, sin tener que partir inmediatamente con todo lo difícil, lo
abrumador, lo complejo.
Así que aquí vamos (intentaré
ir en orden más o menos cronológico)