Es domingo, la ventana
está abierta y aunque todavía estoy parcialmente congestionada por el resfrío
que recientemente me atacó, el aire tibio pero fresco y el sonido de los
pajaritos que se cuela de un día especialmente soleado, me alivia y anima mis
espíritus. Han sido días difíciles, ambivalentes como el clima, con tendencia a
nubarrones y lágrimas. La proximidad de terminar mi carrera y la angustia que
me produce el no tener idea de en qué voy a trabajar si no quiero dedicarme a
enseñar en un colegio me han atormentado con más intensidad que nunca, pero son
temas en los que estoy trabajando y en los que espero poder ahondar con ustedes
cuando tenga algo más claro.
Hoy vengo a algo más
entretenido. O que al menos es de las cosas que realmente me entusiasman y
emocionan en medio de mis circunstancias actuales ahogada en actividades que
detesto: hoy vengo a contarles de Orgullo
y Prejuicio, el último libro que me leí. Asique sin más preámbulos emos,
procedamos.

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Al igual que Cumbres Borrascosas, Los Miserables, Crimen y Castigo y otros clásicos; Orgullo y Prejuicio (Pride and Prejudice en su título original), escrito por Jane Austen, es un libro que históricamente se ha elogiado tanto que incluso se han escrito libros que desglosan su complejidad y perfección. Orgullo y Prejuicio es un libro tan complejo, tan bien escrito, y con tantas temáticas a analizar que resulta imposible aspirar a hacer una crítica o reseña lo suficientemente completa. Es por lo mismo que hoy compartiré con ustedes lo que personalmente considero que podría ser lo más relevante y decisivo a la hora de escoger si leerlo o no, y los aspectos que más me llamaron la atención de los muchos temas destacables que posee esta obra.
Sin embargo, antes de
proceder, me gustaría hacer una breve reflexión
sobre la novela clásica romántica:
Tengo la sensación (puedo
estar equivocada) de que libros clásicos clasificados en la categoría de
“Romance” como Cumbres Borrascosas, Orgullo y Prejuicio, Lo Que El Viento Se Llevó y otros,
tienen coloquialmente fama de cursis y – de forma obscenamente machista – de
libros “para mujeres”, lo que considerando la visión machista que se tiene de
la mujer podría significar “un libro ligero y con personajes sencillos para un
género débil y poco inteligente”.
Es probable que tanto el
cine como las telenovelas aportaran de forma significativa al simplismo que se
le ha conferido al romance como género; posteriormente, el éxito de libros como
“Crepúsculo” tampoco han ayudado demasiado a reivindicarlo. Sin embargo, después
de mi experiencia leyendo dos de los libros más notables dentro del género de
la novela clásica de romance, si hay algo que me gustaría afirmar con
intensidad es que ESTOS NO SON NI LIBROS
SIMPLES, NI LIBROS PARA MIRAR EN MENOS. No son libros predecibles, como las
telenovelas, no son libros simplistas, no son libros en los que meramente él
gusta de ella, algo les impide estar juntos y posteriormente triunfa el bien y
el amor. No.
Estos son libros que
exploran la naturaleza humana. La complejidad de las personas, la complejidad
de las emociones, la complejidad de ese sentimiento tan manoseado pero que
sigue siendo la fuerza que históricamente ha movido montañas, sin importar la
época, sin importar la edad, sin importar las consecuencias: el amor. Y que
nadie se venga a hacer el rudo porque ya lo quiero ver lloriqueando por la
persona que se quiere pero no quiere de vuelta.
Dicho lo anterior, para responder a la pregunta ¿de qué trata el libro? es posible caracterizar Orgullo y Prejuicio como una novela de romance que narra la complejidad de la adquisición del sentimiento. Es la historia de la creación de un vínculo que tenía todo en su contra, todos los ingredientes para que los protagonistas se odiaran, pero que en el triunfo del bien y el crecimiento personal se halla también al amor. Es un libro con una importante carga moral, cabe destacar, algo usual e importante en la literatura de la época, pero que dentro de todo es también un libro que deja una lección sumamente progresista, adelantada a su época y contingente. Es decir, los valores que se destacan a lo largo de la novela son coherentes con lo que actualmente se considera “bueno” y “malo” en la construcción de una relación humana.
Dicho lo anterior, para responder a la pregunta ¿de qué trata el libro? es posible caracterizar Orgullo y Prejuicio como una novela de romance que narra la complejidad de la adquisición del sentimiento. Es la historia de la creación de un vínculo que tenía todo en su contra, todos los ingredientes para que los protagonistas se odiaran, pero que en el triunfo del bien y el crecimiento personal se halla también al amor. Es un libro con una importante carga moral, cabe destacar, algo usual e importante en la literatura de la época, pero que dentro de todo es también un libro que deja una lección sumamente progresista, adelantada a su época y contingente. Es decir, los valores que se destacan a lo largo de la novela son coherentes con lo que actualmente se considera “bueno” y “malo” en la construcción de una relación humana.
Siendo más concreta,
Orgullo y Prejuicio es la historia de Elizabeth Bennet y Fitzwilliam Darcy.
Elizabeth es la segunda de cinco hermanas en una familia que necesita asegurar
el porvenir de sus hijas casándolas debidamente con esposos que podrán velar
económicamente de ellas a futuro. La llegada de Charles Bingley al sector,
quién viene con sus hermanas y su amigo Darcy, parece una excelente oportunidad
para casar a alguna de las señoritas Bennet. Charles pone sus ojos prontamente
en la hermana mayor de Elizabeth, Jane. El sentimiento en mutuo, sin embargo,
su amigo, Fitzwilliam Darcy, resulta especialmente desagradable y comienza a
generar una antipatía en Elizabeth directamente proporcional a la frecuencia
con que los protagonistas comienzan a encontrarse y a transformarse
en mutuos antagonistas. Diversos eventos los van distanciando progresivamente
hasta que cuando menos se lo esperan, por un bien superior que no los vincula
de ninguna forma pero que habla de sus cualidades humanas, se ven obligados a comenzar
a dejar de lado las actitudes que tanto mal generaron: el orgullo y el
prejuicio.
Procediendo ahora a los aspectos que más me llamaron la
atención de la novela, además de los complejos y completos personajes, los
bellos escenarios y una narrativa particularmente interesante sobre la que
ahondaré más adelante, hay un fenómeno que he notado que se repite en todos los
libros clásicos que he leído y que no comprendo del todo pero que me gustaría
compartir con ustedes. A lo que me refiero es a esa íntima y precisa y perfecta interconexión entre absolutamente
todos los componentes de la obra. Esto es algo que he sentido sólo con los
libros más antiguos que he leído. Pero hay algo que me hace ruido de esta
observación porque se supone que en absolutamente todas las novelas buenas todo
lo que ocurre es relevante y efectivamente así lo es, así también se siente en
las novelas ligeramente más modernas que he leído. Todo, de cierta forma, es un
aporte al desarrollo de la trama y la evolución de los personajes. Pero entonces
¿por qué siento que los componentes de los libros clásicos (al menos los que he
leído) calzan todavía más? ¿Por qué
cuando terminé de leer Orgullo y Prejuicio se sintió como si absolutamente
todo, cada palabra, cada movimiento, cada acción, cada mota de polvo imaginaria
hubiese sido especialmente relevante?
Tengo una teoría, quizá
una teoría muy poco académica de la que quizá me arrepienta algunos días más tarde,
pero es mi teoría por ahora (cuénteme qué opinan de ella en los comentarios). Y
es que quizá la mía es una sensación real que se produce por el contexto
cultural en el que los libros fueron escritos. La vida, entre más moderna; más
leve y más relativa se ha vuelto. Las acciones se han vuelto juzgables desde
más puntos de vista y la vida entera se ha vuelto moralmente más flexible, más
discutible, más argumentable. Es por lo mismo que si bien en un (buen) libro
moderno todos sus componentes tienen una razón de ser, siento que el nivel de
relevancia de cada acción es, a su vez, más flexible, más discutible y más
argumentable. Como en el mundo “más antiguo” (entiéndase como todo lo anterior
al siglo XX) las cosas eran notablemente más polarizadas y absolutas (lo bueno
era bueno y lo malo era malo, no se aceptaba argumentación) siento que también
los componentes de una novela tenían menos opciones de interpretación. De
cierta forma, la vida podía hacerse calzar como un puzle. Hoy (y desde el siglo
XX en adelante) ya no se puede, porque como todo es discutible y cuestionable
surgen dudas que nos impiden completar los puzles, tanto de nuestras vidas como
de nuestras novelas, lo que no es algo ni bueno ni malo, sino que sólo una
observación de lo que parece un hecho.
Me desvié increíblemente
mucho para manifestar mi extraña teoría pero a lo que iba con todo esto es que
Orgullo y Prejuicio es una novela en la que sorprende lo bien que calza todo:
cada personalidad compleja de cada personaje, cada acción, cada palabra, cada
símbolo es una pieza que calza perfectamente con la otra en el gran puzle de la
novela construida por Jane Austen. Incluso los personajes y los eventos que en
un principio parecen irrelevantes y pasajeros, terminan regresando en algún
punto del libro para unir todos los cabos sueltos y resolver todas las
interrogantes.
Prosiguiendo con otros
aspectos que llamaron mi atención, quisiera hacer una breve pero no menor
alusión a la forma en que el libro está escrito. La narración de Orgullo y
Prejuicio posee una serie de características que, he descubierto, son recurrentes
en la literatura clásica escrita por mujeres: es delicada, suave, refinada y
elegante, tal y como se exigía a las mujeres de la época. Sin embargo, en el
particular caso de Jane Austen, su forma de escribir es además increíblemente
ingeniosa, irónica y humorística en su dosis precisa; cualidades que no dejan
de ser desafiantes en una mujer del siglo XIX y que a la vez ni siquiera he
encontrado con frecuencia en la literatura en general. Sorprendida por estas
características y con la constante duda de si no estaba imaginándome la ironía
y el humor, me decidí a investigar un poco más sobre Jane Austen y descubrí que
no solo escribía novelas, sino que además escribía comedias. Es más: el ingenio
y la inteligencia del humor de Jane es tal, que algunos académicos han llegado
a compararlo con el trabajo de los actuales Monty Python.
¿Se dan cuenta? ¿Una
mujer del siglo XIX (principios de éste, más cerca del siglo XVIII que del
XIX), cuando las mujeres ni siquiera tenían acceso a una educación completa,
además de escribiendo novelas, escribiendo comedia? Quisiera dejar planteada las
implicaciones implícitas de lo anterior para darle inicio a otro tema que me
parece especialmente destacable en Orgullo y Prejuicio: el reflejo de la mujer como ser humano pensante, en una época en
que la mujer carecía de todo valor, derecho y apreciación alguna más allá de la
doméstica.
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"Can I speak plainer? Do not consider me now as an elegant female intending to plague you, but as a rational creature speaking the truth from her heart." - Elizabeth Bennet |
Uno de los aspectos que
más me gustó de Orgullo y Prejuicio, además de la complejidad psicológica de
los personajes, la narración entretenida y técnicamente perfecta, y esa trama
como un puzle intrincado pero completo, fue el espíritu del progreso que pude
notar en Jane Austen a través de la voz de la protagonista del libro: Elizabeth.
Es difícil llamar a Jane
Austen una feminista porque tanto ella como su obra, en general, aceptan diversas
convenciones cuestionables de la época tales como: el matrimonio, la pasividad
de la cotidianidad femenina, la vida doméstica, la falta de educación, la falta
de participación política, la religión, etc. Incluso, se podría decir que la
misma Jane tenía un importante número de creencias bastante tradicionales y conservadoras, las
cuales se dejan entrever en su obra. Sin embargo, a pesar de su aceptación y
adaptación armónica a sus tiempos en algunos aspectos, Jane le escupe en la
cara a numerosas otras convicciones igualmente importantes de la época, tales
como: la obediencia de la mujer, el valor económico del matrimonio por sobre la
felicidad de la pareja, la pasividad de la mujer, la debilidad de la mujer.
Es posible observar lo
anterior en muchísimas partes de Orgullo y Prejuicio, pero no quisiera hacerles
spoilers. Lo que sí puedo decir, es que son esas mismas desobediencias de las
exigencias de la época a su género, y las mismas desobediencias que llevaron a
Jane Austen a nunca casarse, las que me hacen admirarla como una intelectual
que fue adelantada, valiente e irreverente para su época. Lo anterior,
expresado a través de Elizabeth Bennet, una mujer de carácter fuerte, irónico,
desafiante, inteligente, sin embargo, honorable, reflexivo, empático y
preocupado; son también los motivos que, diría, vuelven a Lizzy uno de mis
personajes favoritos, hasta ahora, de todos los libros de ficción que he leído.
Sin importar las diferencias culturales obvias adheridas al siglo XIX, siento a
Elizabeth como una heroína del feminismo actual.

En Orgullo y Prejuicio,
los motivos que terminan uniendo a Elizabeth y Mr. Darcy (lo que no es un
spoiler, considerando que hasta la contraportada lo revela) son tan complejos,
genuinos, maduros y contingentes que incluso ponen a prueba las convenciones de
la época en cuanto a lo que se exigía tradicionalmente considerar a la hora de escoger
una pareja para el resto de la vida.
Dicho todo lo anterior ¿deberían leer este libro? La respuesta
es un gran SÍ. No sólo es un
clásico, no sólo es un libro que por exigencia social y cultural cada ser
humano debería leer aunque fuera una vez en su vida, sino que además es un
libro entretenidísimo y muy bien escrito que a través de una historia de
romance apasionante y una protagonista empoderada nos hace reflexionar sobre la
moral del siglo XIX, la moral de la actualidad, nuestra integridad como seres
humanos, y la complejidad de los vínculos emocionales.
Muchas gracias por leer
(y por comentar).
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