Que
entraran a mi casa, mi hogar, y se robaran todas las cosas de valor que junto a
mi familia hemos conseguido con mucho, muchísimo esfuerzo, ha sido una de las
peores cosas que me han pasado en la vida. Sin embargo, a pesar del llanto, a
pesar del dolor por mi familia, por mi mamá, por mí misma y mis objetos
perdidos, por algún motivo, aunque vi todas mis cosas revueltas, toqueteadas y
violentadas, el hecho de no haber podido darle un rostro a los ladrones, me
permitió, de cierta forma, poder ordenar mis cosas, llorar, replantear mi
trabajo futuro, y seguir adelante.
Sin
embargo, desde que un sujeto me quitó el teléfono de las manos, he podido darle
un rostro a los ladrones. A todos los ladrones del mundo. Ni siquiera recuerdo
bien sus rasgos, pero tengo una imagen general de su persona, y todavía puedo percibir su sensación de
victoria cuando miró hacia atrás mientras corría con mi teléfono, su decisión,
su planificación cuando amenazó a otro de los pasajeros con una botella en caso
de que me alertara.
Hoy,
de pronto, en un momento completamente aleatorio, me puse a pensar en lo que
habrán visto mis gatos, en lo que habrían visto mis libros si hubiesen podido
ver, en lo que habrían visto las paredes, en lo que habrían visto nuestros
muebles, los bienes que nos quedan. El estómago se me revuelve, porque todos
tienen el mismo rostro difuso del tipo que me robó el celular, todos tienen esa
aura sombría, y la sensación de victoria cuando entraron a mi casa y descubrieron
el botín que tenían a su disposición, después de sacar de cuajo la reja del
baño.
Sé
que no es bueno que piense en estas cosas. Sé que en el fondo es una forma de
torturarme sola y que tengo que dejar de hacerlo, pero es difícil.
Hoy
estuve leyendo en internet sobre cómo impedir que tu teléfono sea robado,
lecturas torpes, de puro aburrida, deprimida. Y descubrí leyendo artículos
gringos que en otros países, por ejemplo Estados Unidos, las aplicaciones de seguridad
realmente tienen un uso en tu teléfono. Porque si logras localizar tu teléfono
en algún lugar, y le dices a un policía, él te acompañará, protegerá y
eventualmente ayudará a recuperar tu teléfono de las manos del ladrón. Por
supuesto que los policías en EEUU, como en todas partes, tienen también mucho
de corruptos, eventualmente mucho de malas personas, pero al menos pude sentir,
a través de esos artículos y las sugerencias que hacían algunas personas a sus
compatriotas, que los Norteamericanos podían sentirse aunque fuera ligeramente
respaldados por sus leyes y su policía. Puede que el ladrón de teléfonos no
termine en la cárcel, pero como un civil corriente puedes tener la esperanza de
un diminuto acto de justicia, con un poco más de resguardo que ir solo. No soy
estadounidense, jamás he siquiera pisado la embajada de Estados Unidos, y todo
lo que siento y capturo lo hago a través de textos. Sin embargo, sentí que
ellos tenían aunque fuera un poco de algo que nosotros no
tenemos nada: confianza en la justicia.
Chile
es un país bastante más seguro que otros de Latinoamérica. Tendremos que temer
de lanzazos y robos, pero podemos estar relativamente tranquilos de que no nos
secuestrarán, ni asesinarán en la mitad de la calle, como sí ocurre en otros
países cercanos. Sin embargo, aunque en este aspecto de Latinoamérica
destaquemos, no podemos conformarnos con esa mediocridad.
Chile
es un país con recursos, tecnología, buenas relaciones internacionales. O al
menos aquella es mi impresión de persona corriente no-política. Tenemos moles
(“malls”), Forever21, H&M, autos de todos los modelos, mechas
californianas, un “distrito de lujo”, una amplia variedad de territorio,
climas, observatorios, universidades. Superficialmente parecemos un país “en
vías de desarrollo”. Pero escarbamos un poquito y no tenemos nada de lo realmente
trascendental para el desarrollo de una sociedad.
No tenemos educación, ni salud, ni
seguridad.
Cada
vez que el gobierno abre la boca, sea del sector político que sea, no aporta en
casi nada. Me parece inconcebible que un grupo de personas que están para
representar, proteger y defender causas justas, crean genuinamente estar del
lado de la gente de Chile
preocupándose de imbecilidades como la religión o el ruido de las micros cerca
de sus casas, en lugar de los ladrones que le quitan todo a una familia de
esfuerzo; en lugar de preocuparse de la educación del país, que es un fiasco siempre, en todas partes, sin importar si pagas mucho o no pagas nada por
ella; sin preocuparse por personas que terminan muriendo en vida, sofocadas por
las deudas de los tratamientos médicos, o esperando a que los atiendan en una
sala de espera.
Las
personas que gobiernan en nuestro país son una burla, en primer lugar porque no
conocen el país ni a la gente que pretenden representar. No conocen los verdaderos problemas, ni les
importan. Cada uno está demasiado encasillado en sus propios contextos. Todos,
sin importar del sector social o político que sean. No son capaces de ver más
allá de sus preferencias políticas, no son capaces de ver más allá de sus
preferencias religiosas, no son capaces de ver más allá de la reja de su casa. Y
sin educación las personas no tienen cómo defenderse de estos aspectos
inconcebibles. Sin educación no existe la alerta, no existe el darse cuenta, no
existe el “robar es malo”, ni siquiera la oportunidad de aplicar ese dicho
cliché porque muchas veces no quedan más opciones que robar (aunque me cueste
admitirlo con el dolor de que me lo robaran TODAS MIS COSAS).
Sin educación no existe nada. Nada. Nada.
Actualmente
todos hablamos de educación porque es el tema que esta más en boga. Está tan en
boga atacar a los políticos con la educación que ahora todos queremos
educación, y estamos seguros de que el lucro es el más malo de los demonios del
infierno y que todo mejorará con educación gratis. Yo no soy experta, soy tan
solo una estudiante de pedagogía con una opinión, puedo estar equivocada. Pero mi opinión es que este problema es más
complicado que la chucha, y que si hay algo que se requiere para
solucionarlo es un diálogo sin color político ni agresividad entre las personas
que queremos hacer algo, por mínimo que sea. Me parece que el movimiento
estudiantil es admirable, sólo exceptuando cuando aparecen colores políticos en
su interior. No sé si educación gratuita es el mejor primer paso (ojo que “no
sé” significa literalmente no sé, porque es clásico que las
personas leen lo que quieren leer y te insultan por algo que no dijiste), sin
embargo, apoyo y admiro a las personas que están continuamente luchando y
haciendo ruido para recordarle al gobierno que algo está mal, muy mal, y que
tienen que comenzar a sopesar los verdaderos problemas de Chile en lugar de
perder el tiempo haciendo leyes para no poder gritar nunca más “paco culiao”.
Lo
que acabo de escribir no tiene ninguna estructura específica. Comenzó como un desahogo de la desesperanza
que siento al no poder hacer nada cuando todas mis pertenencias son violentadas
y terminó como un manifiesto de mi disconformidad como ciudadana de Chile,
sin embargo, hay una última cosa que me gustaría decir antes de terminar: sugerir un diminuto pero significativo método
en el que podemos mejorar las cosas.
Las
personas que vamos a ser futuros profesores tenemos una responsabilidad gigantesca, y también una oportunidad gigantesca. Está en nuestras manos
si queremos formar futuros miembros de la sociedad violentos e ignorantes, o
esforzados, con una visión global de las cosas, y tolerantes. Si tan solo los
que vamos a ser futuros profesores hiciéramos bien nuestro trabajo, apostaría
todo el dinero del mundo a que las cosas mejorarían. Algunos dirán “sería muy
fácil si tan solo todos los
profesores racionalizaran que tienen esa responsabilidad, pero la mala
formación – resultado de la mala educación nacional - que reciben muchos de
ellos para ejercer como profesores no se los indica” sin embargo, si bien no
puedo decirle esto a todos los profesores de Chile, decidí escribirlo, para que
al eventual futuro profesor que lea esto sí se lo hayan dicho.
Yo
no soy la persona con más vocación para educar de la existencia. Ni si quiera
sé si me dedique a ser profesora. Sin embargo, tengo conciencia de la
responsabilidad que estará en mis manos si llego a ejercer, y puedo decir, como
un compromiso personal, que el día que me de cuenta que no disfruto ser
profesora y que estoy predisponiendo negativamente a mis estudiantes para su
futuro como miembros de la sociedad, me retiraré y me dedicaré a otra cosa.
Este mensaje no va solo para futuros profesores. También va para
administradores de colegios, dueños de colegios, directores de colegios,
inspectores, todas las personas que vayan a ser parte en la educación de un ser
humano: tienen un responsabilidad gigante. Y si no hacen bien su trabajo (el cual va más allá de contenidos, está en
la formación de las personas),
sepan que al final de sus vidas, la sociedad de mierda que existirá habrá sido
en parte su culpa.
Ya
no digo más tonteras, suficiente flujo de conciencia por hoy. Si alguien no
está de acuerdo con lo que escribí, lo invito a dejar su visión en los
comentarios y dialogar, con tranquilidad. Soy un ser humano imperfecto, puedo
emitir juicios erróneos y apresurados sin quererlo, pero no tengo ningún
problema en aceptar que la visión de otra persona puede ser más certera y
apropiada que la mía. Dialogar es algo precioso que podemos hacer, porque
podemos alimentar nuestras opiniones con distintos puntos de vista en la
búsqueda de esa preciada e inalcanzable verdad. No lo arruinemos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario