Ayer entraron a robar a mi casa. Y tal y como dice el título, lo perdí
todo, o casi todo. Escribir siempre ha sido parte de todos mis procesos de
sanación, por lo que desde ayer apenas nos dimos cuenta que vengo esperando un
instante de tranquilidad para poder escribir y sacar todos los sentimientos que
albergo en mi interior.
Ayer en la mañana salimos de mi casa con mi mamá a eso de las 7.30.
Mis exámenes se supone que deberían haber terminado el viernes pasado, pero por
un percance tuvo que ser postergado para este lunes, ayer. Estuvimos ambas casi
todo el día fuera de la casa, mi mamá trabajando, y yo haciendo mi examen y
después disfrutando mi primer día de vacaciones junto a mi pololo, en su casa.
El día había sido particularmente bonito. Con mi pololo nos habíamos bañado en su
piscina, reído, y disfrutado genuinamente del verano echados en el pasto,
escuchando bossanova.
A eso de las 7.30 de la tarde comenzó la pesadilla. De pronto me llama
mi mamá preguntando si mi abuela no me había llamado para avisarme que haría
algo en la casa, porque estaban todos los cajones dados vuelta. - No mami, mi abuela no me ha dicho nada ¿cómo que están todos los cajones dados vuelta? La
abuela no andaría haciendo esas cosas - Mi mamá tampoco entendía mucho, dijo que
llamaría a mis abuelos y me llamaría. Colgamos, y quedé con un sabor extraño en
la boca del estómago. 5 minutos después la llamé y su voz ya no tenía la
relativa calma de antes, me dolió el estómago. Recuerdo el siguiente diálogo angustioso:
- Cata, los abuelos no fueron, ya vienen para acá, no sé qué pasó – decía
mi mamá, entre angustiada y confundida.
- Y mamá ¿está mi notebook? – recuerdo que le pregunté
- ¿Tu notebook? ¿dónde estaba tu notebook?
- Donde siempre mamá, encima de mi escritorio
- No lo veo
Fue entonces cuando supe que algo verdaderamente malo había pasado y
comenzó a entrarme una angustia que nunca había sentido. Alguien había estado
dentro de nuestra casa.
- ¿Y mis cámaras mamá??? ¿están mis cámaras?? – recuerdo que pregunté
mientras se me empezaban a humedecer los ojos.
- Tampoco las veo… nos robaron – sentenció mi mamá, mientras se le
quebraba la voz.
Recuerdo esos momentos y se me vuelven a repletar los ojos de
lágrimas. Recuerdo que se me cayó el teléfono (o lo tiré en alguna parte, la
verdad es que no estoy segura) y me desarmé completamente. Yo no soy una
persona que llore demasiado. Soy de emociones muy intensas, sí, muy intensas, pero me cuesta llorar.
Sin embargo, en ese instante fue como si hubiesen apretado un botón en mí que
dijera “iniciar llanto desesperado”. Recuerdo que se me deformó el rostro
instantáneamente y antes de colgar ya tenía la cara empapada en lágrimas. Mi pololo me abrazó y me eché a llorar desconsoladamente sobre su pecho, emitiendo
unos sonidos que jamás habían salido antes de mi interior. No eran gritos, no eran
gemidos, era un llanto atronador que jamás había experimentado. No sólo se
habían llevado mi notebook, sino que también se habían llevado a mis hijas, mis
cámaras, y quién sabe qué otras cosas. Antes de colgar y gritarle a mi mamá
entre sollozos que ya iba para allá, le pregunté si se habían llevado mis
libros.
- Qué se van a haber llevado tus libros mi amor, a estos malditos no
les interesan los libros.
Camino a casa con mi pololo mi mente se repletó de imágenes terribles,
me pregunté si me habrían dejado algo, si le habrían hecho algo a mis gatos, y
entre más nos acercábamos a mi casa más se me retorcía el estómago pensando en
cómo encontraría mi casa, mi pieza, mis cosas. Entremedio llamé a mi papá y me
dijo que los gatos estaban bien y me confirmó que aparentemente no se habían
llevado ninguno de mis libros. Tuve algo para respirar, pero había muchas cosas
que solo yo sabía dónde estaban, y tendría que llegar para revisar.
Al llegar a mi casa nos encontramos a toda mi familia y a los
carabineros reunidos dentro. Saludamos como pudimos y corrí a mi pieza. Cuando
vi el estado en el que se encontraba volví a echarme a llorar. Mi pieza, mi
hogar, mi refugio había sido violentamente violado. Estaban todos los cajones
dados vuelta, habían tocado mis cosas, mi ropa. Y no quedaba ninguno de mis objetos de valor, exceptuando mis libros, mis cuadernos con mis escritos a mano,
y mis recuerdos.
Se llevaron casi todo. Mi notebook, mis dos cámaras digitales réflex,
mis tres cámaras análogas. Todas las cámaras análogas habían sido regalos, solo
una de ellas funcionaba y tenía una película esperando a ser revelada dentro,
pero las demás tenían un importante valor emocional, aunque no funcionaran. Una de ellas había sido de
mi abuela, con la que había tomado todas sus fotos de la juventud, comprada en
Polonia y hecha en Alemania oriental. También se llevaron todos mis lentes, el
hermoso teleobjetivo que había sido regalo de mis suegros, el lente luminoso
que con tanto sacrificio había comprado, el adaptador macro/gran angular, todos
los controles remotos, hasta el Timer Remote se lo llevaron, aunque ni deben
haber sabido para qué carajos era. Claramente también se llevaron todos los
cargadores y chips. Lo único que dejaron por el camino, porque se les debe
haber caído, fue la batería de mi Canon T3i y uno de los chips. Todavía no
reviso si tiene fotos, pero si tiene deben ser muy pocas e insignificantes. Muy
amablemente dejaron el cargador de mi celular, gracias señores ladrones hijos
de la gran puta. También se llevaron mi disco duro externo, en el que
respaldaba todo lo que estaba dentro de mi notebook. Ergo, no me quedé con
nada. Perdí absolutamente todas mis
fotos y filmaciónes, todas. Todo lo que queda ahora es lo que subí a facebook y a flickr. Por
suerte, todos mis escritos antiguos (fanfics de la adolescencia, más muchos
escritos de mi infancia) los tenía en un pendrive que no se llevaron, y muchos de mis escritos y
trabajos universitarios recientes están repartidos entre mi mail y este blog, por lo que no perdí tanto en términos de escritura.
También se robaron la cámara de mi mamá, los regalos Navideños, mi iPod (ya jubilado y reducido a un pendrive
más), joyas (aunque eran todas de fantasía, en mi casa nadie utiliza joyas de verdad), celulares antiguos, hasta mi mochila para la U. Lo único que
podrían haberse llevado y no lo hicieron porque no lo deben haber visto, fue el
humilde notebook de mi madre, guardado en una funda color verde musgo, desde el
cual escribo en este instante.
Mis sentimientos actuales son ambiguos. Anoche casi no pude dormir, y
hoy con mi madre hemos dedicado todo el día a reconstruir nuestra seguridad. El
apoyo de mi pololo, mis abuelos, amigos y conocidos, nos ha ayudado a
mantenernos fuertes; pero es imposible que la pena, la rabia y la impotencia se
vayan. Cuando tu hogar es violentado se siente un desamparo difícil de comparar
con cualquier otra cosa. Por un instante es como si las paredes de tu casa no
existieran, y sintieras que absolutamente todo lo que has adquirido con
muchísimo esfuerzo, durante toda una vida, estuviese tirado en la calle, listo
y dispuesto para que un grupo de hijos de puta se los lleve así como así.
Anoche era gracioso porque cada pequeño objeto que encontraba repartido en mi
habitación, como un recuerdo de los objetos robados, lo guardaba en mis
bolsillos como si no quisiera volver a separarme nunca más de ellos, como si
estuviese construyendo un minúsculo campamento con un lugar en el que acumular
mis pocas preciadas pertenencias.
Para entrar sacaron las rejas de la ventana del baño, e intentaron
forzar otras ventanas sin demasiado éxito. Nadie vio ni escuchó nada, y
teniendo a mis abuelos al lado de mi casa, sospechamos que deben haber entrado
a robar apenas nos fuimos de la casa, a eso de las 8 de la mañana, mientras
todas las demás personas en el barrio dormían. Los ladrones estaban dateados,
sabían de nuestros movimientos.
Actualmente, intento no pensar demasiado en todo lo que perdí o
nuevamente me entran unas poderosas ganas de llorar. Todos mis planes de
comenzar a ejercer amateurmente de fotógrafa (planeaba fotografiar a la
preciosa Vale de Couture Animals) se fueron al diablo. Actualmente, mi única
cámara es la de mi teléfono (con el cual prácticamente dormiré para que no le
pase nada), y mi primera prioridad será conseguir un notebook, considerando que es trascendental para mi U.
Todos sabemos que nos hace mal pensar en esto del “qué habría pasado
si…”, pero son este tipo de instancias las que nos hacen apreciar mucho más
todo lo que tenemos, y nos permite estar muchísimo más alertas de la existencia... la vida puede cambiar en medio segundo. Se me retuerce el estómago de sólo
pensar qué habría pasado si no me hubiesen cambiado el examen del viernes para
el lunes. Qué habría pasado si me hubiese quedado durmiendo en mi casa esa
mañana. Yo no creo ni en milagros ni en ningún Dios; creo en las casualidades
del universo, lo que vuelve cada instante muchísimo más frágil. Sin embargo, es
en esa fragilidad dónde está la belleza de la perfección de cada instante, y el
aprecio todavía más grande de estar sana y salva con mi familia.
Nunca voy a poder recuperar los recuerdos que perdí dentro de mi
cámara, dentro del computador, dentro de mi disco duro, dentro de ese rollo
fotográfico que tenía la cámara análoga. Pero todavía tengo muchos años para
seguir construyendo más de ellos, atesorándolos mucho más y mejor, y nunca nada
ni nadie, ni los mejores ladrones de la existencia, me van a quitar lo que
tengo dentro de la cabeza y el alma: mis emociones, mis apreciaciones, mis recuerdos.
Si lo racionalizamos un poco, podemos darnos cuenta que en el fondo
las personas que hicieron esto no tienen la culpa. Si lo racionalizamos
podernos darnos cuenta que todas esas personas son hijos abandonados de la
sociedad, carentes de valores y de educación. Por lo que llega un punto en el
que ya no sabes con quién estar molesto: si con la justicia, por ser tan como
el hoyo; si con la sociedad, por ser tan mediocre y excluyente; si con las
mismas personas, por hijos de puta.
Al final, entre pasar más rabias, no queda otra que dar vuelta la
página y empezar a trabajar por recuperar la seguridad, la moral, y seguir
construyendo la vida con trabajo, esfuerzo, y como decía don Juan (de la serie
de libros por Carlos Castaneda “Las Enseñanzas de don Juan”, uno de los libros
más importantes en mi vida): vivir como un guerrero, porque la vida es un campo
de batalla hermoso pero dificilísimo, y todo lo que quieras hacer, si lo
quieres hacer bien, tendrás que hacerlo de la forma difícil.
“The
basic difference between an ordinary man and a warrior is that a warrior takes
everything as a challenge while an ordinary man takes everything as a blessing
or a curse.”
“Only
as a warrior can one withstand the path of knowledge. A warrior cannot complain
or regret anything. His life is an endless challenge, and challenges cannot
possibly be good or bad. Challenges
are simply challenges.”
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