
Hoy vengo a
hablar de algo que siempre, siempre me ha costado mucho expresar, por lo que
esta especie de escrito que pretende tener aspiraciones a ensayo, será todo un
reto. Antes de comenzar, eso sí, quisiera avisar que hice tres anuncios
pequeños aquí (click). Dicho esto, procedamos.
Se podría decir
que la estética más popular actualmente es la moda y le sigue el diseño
gráfico. A la mayor parte de las personas, de los jóvenes, y especialmente
después del "boom" de los hipsters,
les gusta verse bien, y les gusta rodearse de cosas bonitas (es decir, bien
diseñadas). Sin embargo, aún así, siento que hay pocas personas que
racionalizan la importancia de la estética, y que realmente se dan cuenta que
es algo que va mucho más allá de frivolidades.
A lo largo de mis
cortos 20 años (casi escribo 19), he adquirido la sensación de que socialmente
el juzgar cosas por su aspecto es malo. Es así como en áreas supuestamente
"cultas", muchas veces se ha pretendido cultivar la belleza interior,
ignorando la belleza exterior. Prueba de ello es que casi todo lo relativo a
áreas supuestamente "intelectuales" (ciencias exactas y ciencias
sociales) sea feísimo: páginas webs deplorables, afiches asquerosos, eventos
deprimentes. Todo respaldado por el antiguo dicho "No juzgues al libro por
su portada".
Hoy - entre
muchas cosas - vengo a decir que aquella frase tan bonachona, tan correcta, tan
socialmente aceptada, es una pamplina grosera.
Desde periodos inmemoriales, desde que nuestros ancestros necesitaban
identificar rápidamente si un plátano estaba fresco o podrido, absolutamente
todos los seres humanos (excepto los ciegos, lamentablemente) el primer
estímulo que recibimos es el visual.
Antes de conocer absolutamente cualquier cosa, lo primero que hacemos es verlo.
Y si algo nos es visualmente desagradable, inmediatamente generamos una
predisposición negativa.
La necesidad de
utilizar nuestra tan aludida (pero dudosa) racionalidad, entra a la hora de
lidiar con seres vivos. No porque una persona sea fea, es mala. No porque un
gato sea feo, es malo. No porque un bichito sea feo, es malo.
Sin embargo,
gracias la popularización moral de la no existencia de esta proporcionalidad
directa, uno de los aliños más importantes de la vida se ha estado dejando de
lado: el placer visual. Y no es que
los paradigmas de estética hayan cambiado notablemente, no es que ahora a las
personas les guste estar en lugares anteriormente considerados feos. Es que ya
nadie se da el tiempo de racionalizar realmente el asunto (entre muchos otros
asuntos, como la religión, las filosofías personales, las opiniones, etc).
Actualmente, la actividad estética del ciudadano promedio del Siglo XXI, se
reduce a escoger prendas que le parezcan bonitas en el mall y a comprar
sillones con un estampado que no le parezca feo. Sin embargo ¿existe realmente
una preocupación por lo visual? ¿existe realmente una preocupación por estar en
un lugar genuinamente bonito? ¿existe un perfeccionismo estético? ¿disfrutan
las personas del siglo XXI cosas sólo por el hecho de que ser bonitas? no.
No estoy
ahondando en si es algo bueno o malo. Solo estoy diciendo que, entre muchas
otras cosas y entre muchos otros detalles, las personas ya no se preocupan de
la estética. Y lentamente estamos hundiéndonos en una estética falsa y
estándar, en la que ya no existe un deseo de personalización de los espacios,
ni un deseo de embellecerlos. Los pocos adornos que se compran, se compran en
el mismo mall donde compraste tu ropa, y son figuritas que aparentan tener una
historia que no tienen. Elefantitos que parecen traídos de la India, durante un
viaje de placer, repleto de memorias y canciones alrededor de un fogón, pero
no, salieron del supermercado.
Me parece que
además de expresar la nula preocupación del ciudadano del siglo XXI por la
estética, llegué sin querer también, al tema de la despersonalización de la vida. ¿Debería desviarme un poco? lo
haré, porque en el fondo son dos asuntos estrechamente ligados.
Además de haber
perdido la preocupación por la estética, los ciudadanos del siglo XXI están
dejando de ser detallistas, y con la pérdida del detallismo, nuestros entornos
están perdiendo los detalles que otorga la historia. ¿Recuerdan la cajita de la
abuela? todas las abuelas tienen una que otra cajita repartida por la casa, sin
embargo no es una cajita salida del supermercado que finge tener la importancia
suficiente para estar sobre la mesa de centro. Es una cajita con historia. La
cajita puede haber salido del supermercado ¿por qué no?, el supermercado no es
el problema. La diferencia está en que, salida o no salida del supermercado, se
ganó su lugar allí en la mesa de centro. Porque dentro guardaba las cartas del
abuelo, porque se la regaló la mamá, porque ella misma la pinto. Porque la
cajita tiene un pedacito del alma de alguien, y ello la vuelve importante y
digna de estar allí, en la mesa, de adorno.
Los adornos
actuales, además de feos y visualmente de mínima atracción (casi todos, no
todos), no tienen una pizca de importancia, porque carecen completamente de un
sentido emocional. Por lo mismo es que el jarrón (un jarrón cualquiera) se cae
al piso, se hace mil pedazos, el niño se lleva una palmada y se compra otro.
Nadie se hace problemas, porque a nadie le importa.
Día tras día el
ser humano va perdiendo de esas facultades que hacen de la vida un evento
delicioso. El ser humano está perdiendo la curiosidad, el entusiasmo, y entre
muchas otras cosas, también la preocupación por llevar vidas bellas y
significativas. Siendo la estética uno de los motivos del arte (claramente el único motivo, pero sí uno de ellos, en algunos casos una consecuencia)
¿qué nos asegura que así como van las cosas, el arte sobreviva? ¿imaginan que
la pintura se redujera a los cuadros en serie que se venden en Falabella?
¿imaginan que la decoración de ambientes se redujera a objetos pueriles repartidos aleatoriamente? Si
llega a ocurrir cualquiera de estos eventos apocalípticos, espero no estar viva
para entonces.
Nota: La imagen
de cabecera pertenece a una de mis bloggers favoritas, de la cual algún día me
gustaría escribir. Jessica Naomi es la única persona que conozco, además de mi
padre y yo, que (siento, pues no la conozco personalmente) tenga verdadera pasión
por la belleza. Jessica Naomi lleva un estilo de vida en la cual lo bello es
bueno y por ende importante. La misma filosofía de vida que me
gustaría llevar cuando sea una persona completamente independiente. Para
visitar su blog, click aquí. Click en la foto para visitar su flickr.
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